Los consejos evangélicos de la castidad consagrada a Dios, la pobreza y la obediencia, puesto que están fundados en las palabras y ejemplos del Señor y recomendados por los apóstoles, por los padres, doctores y pastores de la Iglesia, son un don divino que la Iglesia recibió del Señor, y que con su gracia conserva perpetuamente. (Vat II, L G. 43)